“Qué
malo debe de ser pensar, si cada vez que hago algo malo, me mandan al lugar
donde he de hacerlo…” Una lógica aplastante este razonamiento, como la mayoría
que tienen los niños a los que todavía no les hemos terminado de arrancar la
inocencia.
Y es que
parece que el “rincón de pensar” es un elemento indispensable en toda buena
aula de educación infantil que se precie. Si lo adornamos un poquito, mejor.
Seguro que a más de algún lumbrerillas del gremio se le ha ocurrido la mejor forma
de ilustrar este lugar: un dibujo de nuestro querido personaje de Disney
Pinocho, con su nariz larga por mentiroso y sus orejas de burro, por eso mismo.
Si tenemos suerte nos encontramos una silla en este rincón, si no de pié y mirando
a la pared, que así se piensa mejor, debe ser…
Que
corriste por la clase: ¡al rincón de pensar!; que no le prestaste el juguete a
fulanito: ¡al rincón de pensar, para que aprendas a compartir!; que pintaste de
verde lo que iba de amarillo: ¡penada, al rincón de pensar!; que te hiciste
pipí encima: ¡al rincón de pensar, hasta que te aburras!
¡Qué
horrible! Ir al rincón de pensar es una verdadera humillación, esos gritos de
la maestra, y tanto aburrimiento. ¡Si, la verdad es que es una verdadera lata
eso de pensar! Pero si te portas bien, nunca tendrás que ir, y pasar por el mal
trago de pararte a pensar…
Nunca
escuché una voz amable diciendo: ¡te has esforzado mucho! ¿Te apetece descansar
un rato en el rincón de pensar?; o ¡qué bien te lo pasas haciendo
construcciones, puedes hacerlo en el rincón de pensar! Ó: veo que has hecho un
dibujo lleno de colores, ¿te apetece colgarlo en el rincón de pensar?… Qué va,
qué ridículo quedaría todo esto. Definitivamente, pensar es para los que se
portan mal y debe ir acompañado de un buen grito, si no, pensar no será tan
efectivo.
¿Se
imaginan un rincón de pensar lleno de material para investigar, para manipular,
para experimentar? ¡Cuánto podríamos pensar y disfrutar en ese lugar!
Pero
pensándolo mejor, quizá no esté tan mal dejarlo como está, y que desde
chiquititos entendamos que pensar es una lata, es para “los malos”… Así seremos
siempre dóciles, aplicados, nos lo creeremos todo, no cuestionaremos,
consumiremos, produciremos del color y la forma que nos manden, siempre por
dentro, sin salirnos de la raya, sin crear, sin imaginar… Y así el sistema
seguirá su curso sin que nadie
entorpezca el camino, haciendo lo que mejor se le da, alienar, adiestrar, crear
masas que vayan a centros comerciales y compren para sus hijos los juguetes con pilas que
dicen por la tele y que como luego no querrán compartir con sus compañeritos,
conseguiremos que el ciclo vuelva a empezar, como no, en el rincón de pensar.
Sí, me lo imaginé... Y acá está, la internet... Un basurero con tesoros olvidados; como éste.
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